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jueves, noviembre 05, 2009

13 Tzameti (2005)

Por: Lucy Originales

En mi vida he cometido un asesinato. Esto lo saben muy
bien todos mis amigos. Para certificarlo podría presentar un
documento con muchísimas firmas. Ya que estamos en eso,
dudo que muchas personas puedan presentar un certificado
tan bueno. El mío sería del tamaño del mantel para el
desayuno...
Thomas De Quincey
¿En qué película?


13 Tzameti, dirigida por Gelá Babluani, se convirtió de inmediato en una de mis películas favoritas justo al terminar de verla, y no necesité una segunda mirada para afirmarlo, como tampoco se necesita la versión gringa llamada 13 que salió en el 2010.  Hay películas con las que se da el amor a primera vista, películas a las que el tiempo no llega a deteriorarnos el amor por ellas. Hay otras películas que son romances colapsados, algo que se dio improviso una noche y no dura más que el paso de una estación del año, pero siguen siendo pasiones.
13 Tzameti con la parte técnica de dirección es muy buena en general; y, en guión, logra mantener la tensión en las partes que tiene que ser así, por lo tanto, la dirección controla esas partes de tensión, pero no se mantiene estable. Deben existir altos y bajos y sólo los altos, en general, son muy buenos. Imagino que así debió estar pensado el manejo de la película para restar importancia a algunas escenas y que esto acentúe otras. Cuando la historia comienza, me pareció que yo como espectador iba a estar perdido, pensé que sería una película que no me iba a decir mucho, que se iba a perder en el camino, o que no iba a llagar a ningún lado; y no iba a comprender porque la película está en blanco y negro. Y es que este elemento se utiliza porque hay una intención detrás. Muy al inicio no entendía cuál era esa intención, pero llega pronto en la narrativa y muy bien justificado. En todo guión, uno de los “problemas” más aterradores es la parte de en medio, el principio y el final, por lo general se tiene muy claro y se maneja de una manera extraordinaria. Creo que el guión de 13 Tzameti ha manejado la parte media casi a la perfección.
Hubo un momento en el que me sentí cómplice del morbo y de las fechorías de aquél grupo que se une en el número 13 de la Calle Tzameti mas resolví no sentirme morbosa. El morbo nos mueve la mayor parte del tiempo, pero jugar con la vida de un ser humano y apostar por ello, no es nuevo. Como espectador, el morbo me maneja, me pone ahí presente, pendiente, atento a lo que nos están contando en blanco y negro, pensando cómo se desarrollará la historia, qué sucederá con los personajes, etc.
Todas las historias deben sostener y resolver este tipo de interrogantes, pero ésta, además, debía logró un acercamiento en su parte técnica para tuviéramos una experiencia más orgánica y descubrir el sudor, la respiración, los sonidos ambiente contrastados; luego, bajo estos elementos, toparnos con la psicología de los personajes que no se entiende muy bien el temple que deben tener, o la mecánica que debe funcionar dentro de esas mentes sicópatas, masoquistas, sádicos, imbéciles, drogadictos, adictos a la adrenalina, voyeristas, exhibicionistas, etc., para que se dediquen a lo que se dedican. Los personajes son intensos y casi no dialogan más allá de lo necesario entre sí y nos hacen preguntar: estando frente a una situación de violencia, ¿qué pasa cuando se nos va el miedo?, ¿qué pasa cuando no tenemos nada qué perder?, qué pasa cuando la suma de circunstancias poco afortunadas nos lleva a cometer una cantidad de actos que están por completo fuera de nuestro control: seguimos o nos detenemos. ¿Qué sucede cuando no hay oportunidad de elegir?, ¿será tanta la suerte de aquél desafortunado?
Lo único que me dejó con una pregunta es el personaje que interpreta Pascal Bongard (quien, en el trailer, escuchamos la mayor parte del tiempo). Y la pregunta que me hago es por qué brilla tanto el personaje y el actor. Creo que Pascal hizo un papel extraordinario. No podía ser más claro el choque psicológico para el actor y para el personaje estar plantado en ese papel. Con seguridad puedo decir que a cualquier que le tocara estar de maestro de ceremonias en un acto de suicidio y homicidio, por el cual circulan apuestas de millones de dólares, actuaría de la misma forma.

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