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jueves, mayo 31, 2007

C a f é

De pronto sentí como una de esas basuras molestas del viento que empuja todo, pinche viento que lleva todo "de la mano"; pasaba y pasaba el dedo índice por el ojo y no encontraba nada, sólo sentía como que una tirita se estiraba, era como una lagaña pero larga, casi interminable, larga, y cuando la tuve por fin fuera, sentí un alivio enorme, luego la hice bolita con otro dedo y se desvaneció; me pregunté un par de veces, cómo algo tan pequeño puede molestar algo igualmente pequeño aunque un poco más grande; instintivamente, pasé dos dedos por el párpado, como masajeando y sentí descanso y alivio, más que cuando saqué la tira de lagaña; me dieron ganas de una taza de café así que fui a la cocina; yo, toda sonriente, puse agua para seis tazas pero sólo cinco cucharas de café, y sólo para una persona, sí, ese café International; bien, cerré las puertillas de la cafetera y contemplaba, pronto, más pronto de lo que uno espera, comenzó a caer el agua sobre el café molido, mojando poco a poco, hasta empapar el filtro, después, caían las gotas café a la jarra, caían otras tantas y el olor se esparcía; casi al terminar, me acerqué a la jarra, para ver con más detalle, el olorcito familiar llegó, la memoria insultante fue a tiempos remotos, cuando tostaban el café por ahí, cerca de los nogales, imaginaba que era atrás, aun no sé con exactitud dónde es; luego recordé otros lugares y luego les recordé a esos lugares, Su Madre; enderecé mi espalda, esperé en la barra, estaba sintiendo de nuevo ese nudo en la garganta, o más abajo, desde la tráquea, sentía como una nuez atorada, pero no me veía como víbora recién alimentada de ratón, pero ahí estaba, se acortó la inhalación, el dolor seguía; saqué una taza verde, leche y azúcar, mi cuchara estaba a un lado de la cafetera; fui al espejo del lavabo, no podía respirar, no podía, era cierto, sentía como un ataque de nervios, como si hubiera hecho un esfuerzo físico pero no sudaba ni me dolían las piernas, ni olía mal ni nada, el dolor no podía señalarlo con el dedo índice con el cual me había picado el ojo, mi palma no funcionaba para aminorar el dolor; me sostuve de la pared con ambas palmas, luchaba por respirar, caía baba en el lavabo; el espejo me incitó a ver el rostro enfrente, seguía inhalando con la boca abierta; observé la cara, del mentón a la frente; bajé la mirada con respiración aun agitada pero con diplomacia; entró aire, en pausa, hasta que ojos con ojos se vieron por 10 segundos y luego un suspiro, seguido de una exhalación de alguien que piensa romper el record bajo el agua y vuelve a respirar al salir de ésta; los ojos se achicaron, salieron lágrimas desde la tráquea pasando por la garganta, hasta encontrar la propia libertad; caía la tarde para entonces, regresé a la cocina y preparé el café, cada trago aun dolía, pero a cada trago el café hacía su trabajo; decidí descansar en el sillón, subí las piernas y me quedé así, viendo las olitas del café; se terminó, puse la taza en el piso, me acurruqué y ahora escribo esto y sigo pensando, cómo ciertos detalles ínfimos duelen más e igualmente, pueden hacerte sentir bien.
Buenas madrugadas.

viernes, mayo 25, 2007

Cyclothymia


Hoy voy a escribir algo que ni siquiera sé por qué lo voy a escribir, pero lo haré; me dejaré ir, me prostituiré y prostituiré las letras, así como la razón, así como el pudor, hasta quedar reducida a su mínima expresión: el descaro, la profanación, el incesto del carboncillo desangrado de sentimiento; admitiré una posesión raquítica, sí, estos pensamientos no son míos, se convierten en una copia al instante que el cerebro piensa, luego la boca analiza las palabras y regresa al pensamiento rezagado como un pato feo, como uno de los dos cochinitos poco inteligentes; está el lapicero mutilando las hojas con pasos que ya nos conocemos y hay un puño cerrado bombardeando al lagrimal; la copia se escribió hoy, en el noveno día; a Dios le tomó siete días, después del hartazgo de la soledad, hacer la tierra; a mi me ha tomado nueve, el huir de la mía.