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viernes, diciembre 14, 2012

De guión, producción y video clubs.



De guión, producción y video clubs
 Por: Lucy Originales

Puede habernos pasado más de una vez. Podría decirse que la mayoría de las ocasiones, así sucede: escogemos una película de acuerdo a nuestro estado de ánimo. Recuerdo los video clubs los viernes por la noche, o los sábados por la tarde, estaban llenos de gente rentando películas. Fácil era saber, ahora lo pienso, qué tipo de películas rentaba cada persona.

Hoy en día es muy distinto, sobre todo a la hora de rentar películas que son un poco más comerciales. Hay muchas plataformas y muchos dispositivos con los cuales y sobre las cuales podemos acceder a esas películas, entonces, no tenemos que trasladarnos hasta un video club para rentar una película. Se ha perdido y se ha ganado. Se ha perdido el romanticismo de ir a rentar películas, se ha ganado más espacio para que cinéfilos pasen, tranquilamente, más tiempo en los video clubs. (Dibujo una sonrisa aquí.) Falta el cortejo, el fisgoneo a través de los estantes a las personas rentando películas. Pienso que muchos tenemos recuerdos de la infancia similares. Recuerdo haber ido con mi padre y con mi hermano más de una vez, ya vestida en mis pijamas, a rentar una película. Al entrar, cada quien se iba a la sección de su preferencia. Mi hermano y yo decidíamos por las películas de acción, nuestro padre por la sección que ahora se titula Cine de Arte. No sé cómo sea ahora este proceso de rentar películas para los padres con sus hijos,  ¿será acaso que se sientan frente al monitor para buscar películas? Imagino al hijo sentado sobre la pierna del padre, con una iluminación linda entrando por la ventana y ambos dando clic y clic a las opciones de renta. No sé, en realidad, cómo sea esto. Pero cualquier forma que pueda imaginar, me parece menos atractiva. Esto de padre e hijo  rentando películas en un video club es un fenómeno que se ve poco, incluso, las personas que nos topamos,  somos las mismas, y es muy curioso ver que la sección asediada es la de los video juegos. Puede entenderse por qué está brotando el apoyo para la animación en nuestro país. Lo cual es bueno.
  
Hay que aceptar los cambios, sí. Muchos aceptamos el cambio de Beta a VHS, luego a DVD y ahora a Blu-ray. Los fotógrafos y cinematógrafos aceptaron la era digital. Así pues, conviene también aceptar la facilidad que hay en estos tiempos para hacer películas o cortometrajes con producción prácticamente mínima y de buena calidad. Parece que vivimos en tiempos de en sueño para varios realizadores y creativos, existe un campo de concentración de ideas y apertura para desarrollar dichas ideas.  Todo lo debemos a la tecnología. Maravillosa. Pero habría que señalar que la tecnología nos permite hacer, pero no puede tejer la historia, sí puede influenciar la manera en que se cuenta. Hacer una película implica más de un par de cosas. Todo puede sonar muy bonito a la hora de pensar en hacer, pero en la práctica veremos que implica bastante y no importa cuánta producción haya, los garrotazos para los primerizos siempre llegarán, la poca experiencia en algunas áreas técnicas llevará a los realizadores a esconderse tras la butaca a la hora del estreno de su Ópera Prima, pero esto es parte del proceso de aprendizaje y es hermoso. Tropezar y mejorar.  Esto no es problema. Lo que sí me parece problema es el hecho de que gracias a la tecnología un par de puntos muy importantes que hacen que un producto funcione, se están “quedando” (y así entre comillas porque no es que dejen de existir, más delante aclaramos) fuera del juego: la producción y el guión.

Hagamos un paréntesis para desempolvar la definición de “guión” (-) cinematográfico. En mis torpes palabras, dícese de aquella historia escrita en lenguaje cinematográfico que servirá de guía a la hora de realizar un producto audiovisual, es un texto con descripción de escenas y personajes que leerá el equipo de producción. El guión es la historia escrita que se va a ver en pantalla y comienza por una idea. Hagamos otro paréntesis para hablar rápido sobre la idea. Hasta la fecha no se sabe muy bien de dónde viene la idea, o qué es lo que la provoca. Se dice que es un escupitajo y se sabe que brota cuando menos se espera; según afirmaciones de algunos escritores, guionistas, artistas, etc., han tenido, recibido, vomitado, expulsado sus mejores ideas en el baño, ya sea (espero no lo imaginen) en la taza del baño o en la ducha. Pero algo así, específicamente, un lugar per se, de donde provenga la idea, no se conoce. Estos chispazos repentinos llamados “idea” son los que ponen en marcha todo, sin la idea, de la cual se afirma también que, el día que chispa, no es necesariamente el día que se le ha concebido, es decir, es un proceso que se ha llevado en la mente semanas o meses. Así pues, sin ella y sin el guión, ninguna de esas películas que nos han dejado más de una sonrisa en nuestro rostro (ya sea por haberlas rentado en aquellos espacios de culto o porque hayamos ido a verlas al cine), existirían. La idea la puede tener cualquier persona. En cine, por lo general, le brota al guionista, al director o al productor. Es intenso pensar en el proceso que lleva hacer una película. El guionista significa dar vida a una historia, el productor hace que esa historia se lleve a cabo. El director, lo sabemos bien, orquesta la historia. Pero es el productor quien debe seleccionar los ingredientes perfectos para la cocción de la película. El director, en ocasiones, escoge a su director de fotografía, y así se va la cadena. Quién apunta primero, no está bien definido. Un mundo feliz señala que hay un productor que busca a un guionista y, al tener el guión, se busca al director.

Dicho esto, dejamos atrás el paréntesis. Podemos afirmar que, gracias a la tecnología, en muchas partes del mundo se están desarrollando productos audiovisuales en este mismo momento: cortometrajes, largometrajes, documentales, series, etc. La mayoría de estos productos tienen un propósito: ser vistos. Casi siempre, en pre-producción, se piensa en el espectador, se piensa en la audiencia y en que el producto audiovisual sea visto por el mayor número de personas posible. Esto no es muy distinto de lo que se busca al termino de un libro, el proceso puede continuar hasta que hay un lector y hasta que ese lector termina de leer la historia y luego se habla de un viaje paralelo que prosigue a toda esa experiencia.

Existiendo tanta tecnología, concurren también diversas opciones para mostrar esos productos audiovisuales que cuentan historias. Volvemos al “todo suena muy lindo”. Vivimos en lo que pareciera ser la ebullición de una época de oro en la que se desarrollan infinidad proyectos y por ello hay un sinfín de cineastas y festivales. Regresemos a esos dos pequeños detalles, puntos negros en el abismo, pues. Afirmamos que hay un número interesante de productos audiovisuales, principalmente, porque hay jóvenes directores con considerables ganas de hacer cosas, por lo tanto, hacen.  ¿Y qué hacen estos jóvenes directores? Desarrollan la idea, escriben el guión, producen, se encargan de la dirección de fotografía, contratan a un par de amigos para que carguen un micrófono y a otros para que haya algo de iluminación, otro par de camaradas para que actúen e, incluso, ellos mismos llegan a actuar. A este proceso se le llama “tener ganas de hacer las cosas y no tener otra forma de hacerlas”.

¿Cuál sería otra forma de hacerlas? Esa otra forma de hacerlas sería que floreciera un apoyo real a la industria cinematográfica en nuestro país. Quitar un poco los protocolos viejos y hacer que, efectivamente, haya industria. Debemos parar ese robo. ¿Por qué o para qué el apoyo? Si no hay entrada a salas comerciales de cine mexicano, por supuesto que no habrá ingresos y la industria seguirá escaza. ¿Escaza?, si no estamos diciendo que ¿se hacen más cosas? En efecto, hay más de todo, pero no por ello tiene los mejores contenidos. Hemos hablado ya de que se necesitan más de un par de manos para el desarrollo de una película, si se lograra más apoyo, tendríamos más gente especializada para cada una de las tareas. Es decir, en un mundo maravilloso en el que se desarrollará una película habrá un productor con experiencia, un guionista, un director, un cinematógrafo o director de fotografía, proceso de casting, por lo tanto, actores, maquillistas, etc. Y habrá un montón de gente detrás queriendo entrar en este arte de hacer películas, simple y sencillamente porque es rentable. Sí es loable la tarea, hablando de que en estos tiempos se debe hacer con lo que se tiene… pero por qué no ser honestos y decir que, muchas veces, se tiene, pero muy mal repartido. Le toca al nuevo gobierno del presidente (legítimo), Enrique Peña Nieto, retirarse de la comodidad. Deberá demostrar esos apoyos, deberá demostrar apertura de contenido. Pensar que gracias a la tecnología se puede hacer más, nos hace caer en un error. Nos toca a todos hacer un par de cosas respecto a esto, nos toca apoyar el cine mexicano. La tarea más importante está en los creadores que deben gritar y exigir los derechos que tiene o debe tener la industria cinematográfica en México, debemos exigir y procurar productos de calidad; les toca a los productores seguir la búsqueda en función de llevar a cabo buenas historias; a los guionistas no tirar el sombrero; y a los directores repartir el trabajo. En la medida que conozcamos dónde tenemos el corazón, no perderemos el camino. Nos falta entender o recordar que hacer una película es trabajo de varios y que el guionista y el productor son más que necesarios, por eso aquello, líneas arriba, de “fuera del juego”. NO pueden quedarse fuera del juego. Es curioso ver que muchos de los productos que se hacen en nuestros tiempos de grandes tecnologías tienen su parte técnica muy bien pulida, pero quedan faltos de buenas historias. Es decir, pocos son los directores que, efectivamente, trabajan con guionistas. Mucho tiene que ver que NO hay tantos guionistas como quisiéramos, porque no es algo de lo que se pueda vivir y esto no es sólo en México.

Mi invitación es, pues, a no olvidar un par de cosas: 1) ir a los cine clubs con sus hijos; 2) que el guionista y el productor no existen sólo como una definición, que no pueden ser reemplazados por el mismo director, ya que cada uno ha de saber cómo hacer, de la mejor manera, su trabajo, y embonar con el otro. Por último, recordemos aquél dicho famoso: “el gusto se rompe en géneros”, pero en cine, todo género lleva una historia, por lo tanto, lleva un guionista, y habrá un productor encargándose de conseguir las herramientas necesarias para que se lleve a cabo. 

De lo bueno, poco.

Feliz cinefilia.

sábado, diciembre 08, 2012

¿Quién es ese hombre?

Foto: Lucy Originales

Voy caminando. Está allí tocando su guitarra. ¿Quién es ese hombre que no tengo en mi memoria? ¿Por qué me sonríe? ¿Si está sonriéndome, o sonríe a mi cámara? Es a mí, debe ser a mí porque estoy sonrojándome. Camino a prisa para que no vea que me he sonrojado, pronto saldrá de mi visión. Eso quiere decir que ¿lo perderé? No, calma, sólo voy a unas "cuadras" arriba y regreso. Y ¿si lo pierdo?, ¿si se mueve?, ¿si me abandona? Le he dado la espalda... Y ¿si llega otra y le toma una, o dos o tres fotos? No, no puedo perderlo. Ese hombre pertenecerá a mi memoria. A esta distancia, con este lente, sí, todavía lo alcanzo... Volteo. Ok, aquí estoy, rápido: encuadra, enfoca, muévete y... "click" Voltea, mírame, vamos, ¡mírame!, y... "click". Listo, ya puedo seguir. Le agradeceré en un rato. Regreso. Ahí está todavía. Pero qué extraño hombre. "Don't run away from love", me mira y canta. Suelto una carcajada. "No soy yo quien huye del amor", le digo. Sonrío y envío un beso.

jueves, diciembre 06, 2012

Guanajuato el primero de diciembre de 2012

Foto: Lucy Originales
El primero de diciembre de 2012 en Guanajuato fue una pesadilla, estuve allí por cuestiones laborales-académicas. He visitado Guanajuato desde el 2008, en ocasiones más de dos veces por año. Me mudé a esa tierra en 2006 y la abandoné cerrando 2007. Sí que conozco ese lugar, por primera vez me fastidió que todo estuviera muy tranquilo, quien lo desee, podrá decir que estoy loca. Pero es que a nadie parecía importarle el hecho de que Peña Nieto estuviera dando su discurso como nuevo presidente; a nadie parecía importarle que diferentes organizaciones civiles, movimientos sociales y movimientos estudiantiles estuvieran protestando en diferentes puntos de México y que estuvieran sufriendo el saludo de bienvenida del presidente con sangre. En un canal de noticias de televisión escuchaba “las manifestaciones por parte de grupos opositores son parte de la democracia”, entonces, supongo que la mano dura por parte del estado también es parte de la democracia… Vaya pues que se repite un guión de hace muchos años, una historia de mentiras. Debería existir un encabronamiento general. ¿Quién puso al Sr. Peña Nieto como presidente?, ¿en realidad fuimos nosotros?, ¿a quién, realmente, le importa el pueblo?, ¿qué hacer con el pueblo que no grita y por el contrario dice “qué se le va a hacer?” ¿Quiénes son peor: ellos o nosotros; hay bueno o malo? ¿Dónde está la raíz de este problema? ¿Somos un pueblo condenado a la esclavitud del neoliberalismo?  Seguí pensando al ritmo de los pasos, abandoné el lugar donde me hospedaba, partía una vez que me cansaron las mentiras en la televisión, esto en referencia a la toma de posesión de Enrique Peña Nieto, porque las mentiras en televisión realmente no terminan. Llegué a una parada de camiones urbanos cerca de la Alhóndiga y caminé hasta ella, iban las preguntas corriendo en círculos. ¿Y ahora qué viene? En eso, recibí noticias de la ciudad de México, eran camaradas fotógrafos y activistas. Sí, activistas, esas mentes del demonio que buscan cambiar a México manifestándose, gritando “Fraude” o “México No Tiene Presidente” o “No a la Reforma Laboral”. Las noticias se manifestaron en mensajes de texto que decían algo así como “hay represión”, “están golpeando a compañeros”, “parece zona de guerra”, y en realidad no sabía si envidiarlos o sentir pena. ¿Qué se puede cambiar?, ¿cuánto tiempo va a pasar para llegar a un cambio, si es que se llega? Recibí otros mensajes de un camarada fotógrafo dando aviso de su paradero, lo envidié. Supe de otros fotógrafos camaradas que estaban en la “zona de guerra” y de otros que estaban en la “zona de tolerancia”, la delgada línea de aguante, la línea donde olvidas sentimientos, encuadras y sacas una buena foto, en este caso, de políticos basura, incluyendo a EPN, el presidente. A esos fotoperiodistas que andaban allá, los envidié mucho. Con ese sentimiento estaba ya en la Alhóndiga, encontré un pequeño grupo de gente manifestándose bajo la sombra de los árboles “Sí que hace calor en Guanajuato… ya no llueve mucho, todo está seco…” Miré a mi alrededor contando las almas, si acaso eran treinta. Un joven, al cual parecía conocer de hace mucho tiempo, comentó “es que los otros se fueron al D.F.” Le dije que tomaría un par de fotos... caí en cuenta. Es cierto, tomaré un par de fotos en este día en que EPN se convierte en presidente, y entre el pueblo existe el odio. Este día no se repite, así que justo eso hice, tomé un par de fotos y me fui. 

En marcha pensé en cuánto hemos cambiado Guanajuato y yo, ambos crecemos y conservamos nuestra esencia. Guanajuato se queda sin agua y sin cerros, las jóvenes mentes siguen llegando; yo, sigo yendo y viniendo. Ambos cargamos con un “nuevo presidente” y “nuevas” formas de gobernar que, seguramente, no ayudarán al país. Conforme caminaba hacia la Plaza de los Ángeles, donde había un montón de gente esperando a que un montón de ciclistas bajara por los callejones, pensé en que este día primero de diciembre estuve en Guanajuato, no en el D.F., estuve en Guanajuato. Estuve y existí este día en que el pueblo ha sido sometido a un régimen de dictadura y no puedo dejar de sentir tristeza, pues México, en realidad, NO debería tener Presidente. Y no es porque Peña Nieto sea Peña Nieto. No es ni Peña, ni Obrador, ni Quadri, ni la Mota, no es nadie, porque al pueblo, en realidad, no lo escucha un político o un partido.

No son ellos, somos nosotros.

Saludos.