Bienvenido año nuevo.
Pasan las fiestas decembrinas. Atrás ha quedado la agitación por la noche buena
y la emoción de recibir la
Navidad, pronto recibiremos el año nuevo. Para algunas personas,
el año 2012, viene con un letrero de precaución, otros, más ingenuos, pensamos
que las acusaciones dadas a este año entrante, si bien, no están precisamente sin
fundamento, nos parecen un acercamiento negativo en la mayoría de los casos.
Para qué adelantarse, démosle el beneficio de la duda a este 2012.
Cosa de familia
En estas fechas, vienen por contrato dos o tres kilos de más en nuestro cuerpo. Que si nos cuidamos o no,
que si esto, que si lo otro... Realmente nada importa, la mayoría caemos víctimas de un despilfarre culinario. No
es pleito el probar, el pleito es con las
cantidades. Durante la Noche Buena se practica, en parte, La Gran Comilona. Quizá los únicos que podamos salvarnos
de tremendo atascadero, somos los que cocinamos. Difícil es, para el que
prepare la comida, sentarse a la mesa y comer con
gusto. Poco importa la coquetería con que se presente la misma, son muchos aromas los que se quedan grabados en la memoria del
cocinero, además de los sonidos (el agua hirviendo, el salteado de la cebolla, la licuadora, el timbre
del horno, el choque de trastes, etc). Pero sabemos que eso es sólo una parte
de la saturación a los sentidos, ya que, al
cocinar, también tenemos que observar, y lo hacemos con la infinitud de gama
que los colores de cada alimento nos permite,
como el rojo de un tomate: crudo, asado, en aceite, licuado…
Cabe
decir que, en cada paso del proceso de
elaboración de dichos platillos, uno debe estar
al tanto (y más alerta) con los sentidos del gusto
y del olfato. Es imprescindible probar y oler en todo momento... condimentar es
un arte que estos sentidos dominan a la perfección para el gusto de cada
persona y/o familia, pues, hacemos a los nuestros, a “nuestro modo". Así, los chefs de cada familia, en estas fechas, poco saborean
sus platillos con el mismo gusto que los demás. Pero existe el famoso y
tradicional "recalentado", el cual, seguro no fue pensado en ellos,
si no en los miembros de la familia que por
alguna razón no pudieron acompañarlos durante la Noche Buena.
En lo particular, cosa que cocino,
es cosa que no comeré. Me gusta comer, pero no lo mío; me gusta servir lo que
preparo y sólo preparo lo que me gusta comer. Entonces, los
mariscos, estarán siempre fuera de mi menú. No como mariscos, o pasteles de "tres leches", o cualquier cosa
que lleve cajeta o pasas, higos, dulces de leche,
fruta seca. No los como porque no me gustan, sí los he probado. Hay texturas en
ciertos alimentos que no tolero, por ejemplo: la textura arrugada y pegajosa de
las pasas; o la textura de un algodón de azúcar. Lo “demasiado” dulce, mejor
conocido como “empalagoso”, no lo soporto. Mi paladar está más acostumbrado a
lo que es crujiente o duro, o suave con pequeñas sorpresas crujientes, por el
lado de las texturas; o agridulce y amargo, por el lado del sabor. Mi debilidad
es: casi todo lo que lleve queso, los vinos secos, los cortes, embutidos, café
y el cigarro.
Agrego que soy bastante
intolerante con los aromas, al cocinar siempre aíslo la
cocina del resto de la casa. Al terminar de preparar cualquier platillo,
lo primero que pienso en hacer, si el tiempo y el momento lo permiten, es darme un baño rápido que
elimine cualquier aroma a comida que haya quedado
en mi cuerpo... aunque este fenómeno de intolerancia a los aromas se da,
incluso (y con mayor obviedad), al comer en un restaurante, aunque tratándose
de un restaurante de comida italiana, no tengo problema. Estos son detalles
de mi personalidad obsesiva compulsiva que no van a ser modificados positivamente con el paso
de los años. Por el contrario, creo que mi intolerancia se multiplicará. Pero
de pronto llega una película para hacerme cambiar un
poco de perspectiva o para hacerme sentir la estupidez de mis compulsiones.
Perfect Sense (2011), dirigida por David Mackenzie.
Un chef (Ewan MacGregor) y una
científica (Eva Green) se enamoran
mientras comienza una pandemia que priva a
la gente de sus sentidos.
La historia inicia con imágenes de gente en distintas partes del mundo y una voz en off que se mantiene a lo largo de la historia en momentos donde se muestra lo cotidiano o la continuidad de la vida conforme se desarrolla esta pandemia de la cual nunca se llega a saber cómo se transmite y si hay alguna cura. Este factor de veracidad científica es un elemento que se toma por unos instantes, pero no se le da mucha importancia; es decir, en la historia no se busca mucho explicar de dónde proviene el virus como en otras películas. La más reciente que puedo mencionar es Contagion, donde hay una gala de actores hollywoodenses que, en realidad, todos parecen personajes secundarios, y esto es muy gratificante porque se le puede dar a la pandemia (creo que así debería ser siempre en películas con temas apocalípticos) el “título” de personaje principal.
La edición y las tomas, en Perfect Sense, por un momento me hacen pensar en el género documental. Hay una selección de imágenes que muestran el caos alrededor del mundo conforme la trama nos va mostrando la pérdida de los sentidos, éstas parecieran ser tomadas del archivo de la BBC. Lo cual es sumamente triste, pues estas imágenes de archivo son del mundo real: rabia, hambruna, desesperación, pánico, etc.
Existe un buen plot en esta película, y una de las lecturas que se le puede dar, es la capacidad que tiene el ser humano de adaptarse a diferentes situaciones pues, no es sólo un grupo de personas las que pierden uno de sus sentidos, es la humanidad completa. ¿Y qué hace la humanidad completa cuando pierde uno de sus sentidos? Se adapta, hace todo para que la vida siga. Así, el espectador puede creerse la idea de que hay un “algo” que hizo esto y que, quizá, continúe privándoles de sus sentidos. Lo interesante es que antes de perder uno a uno los sentidos, las personas presentan un episodio drástico de emociones.
Michael, protagonizado por Ewan McGregor (actor del cual estoy enamorada por películas como Beginners, The Ghost Writer, Big Fish y, en especial, por The Pillow Book) y Susan (Eva Green), son personas con un cierta deficiencia para las relaciones sentimentales.
Susan es una epidemióloga que va saliendo de una desilusión amorosa, por otro lado, Micahel es un chef que parece ser incapaz de conectarse con sus parejas más allá de la relación sexual. Aquí, se puede hacer un paréntesis para mencionar que la singularidad del título sentencia toda la trama. En lo particular, me parece una lástima, pues da a entender que lo único que importa es el amor y que éste es el Perfect Sense. De ahí que la película haya recibido, en general, críticas muy desalentadoras. Pero hay cosas muy positivas, como el hecho de que, Michael, siendo chef, busca seguir deleitando a sus comensales de una u otra forma con sus platillos, independientemente de que las personas hayan perdido dos de sus más importantes sentidos para la comida: el olfato y el gusto. Teniendo el sentido de la vista, el tacto y el oído, Michael crea platillos cargados de colores, texturas, y que generen un sonido en particular. Pienso en un Ferran Adriá cambiando el mundo de la gastronomía.
En la vida real, si cabe señalar,
Ferran Adriá ha deconstruído sus platillos para que generen emociones, creando o
revolucionando las técnicas, desarrollando un nuevo lenguaje, implementando nuevos
instrumentos para la cocina y tomándose de elementos de diseño para presentar
estos platillos, haciendo novedosa la experiencia de sentarse en
un restaurante a disfrutar y sorprenderse con los cuarenta, cuarenta y cinco platillos
que servía en su restaurante El Bulli, en Rosas, Cantaluña, España, mismo que cerró
en el 2011. Pero continúa abierto como taller de investigación y, a partir del
2014, será la Fundación elBulli, un centro de investigación culinaria que busca
difundir el espíritu de elBulli. Por ahora, Ferran Adriá trabaja encabezando la
Fundación Alicia (un centro de investigación interesado en la alimentación y la ciencia), impartiendo talleres, cursos y cátedras. Ferran Adriá
es conocido como el mejor cocinero del mundo, sería aventurado tratar de
describir todo lo que es y todo lo que representa un hombre como él, en un espacio
tan pequeño como éste.
Un mini spoiler por Ferran Adriá
Avanzada la
película Perfect Sense, perdidos los sentidos del olfato y el gusto, la
pandemia hace que la gente pierda también el sentido del oído, esto me hizo recordar a
Ferran, de nuevo, pues Ferran participó en un documental creado por Fundación Once
titulado Capacitados. La misión de Fundación Once, cito, “consiste en la
realización de programas de integración laboral-formación y empleo para
personas discapacitadas, y accesibilidad global, promoviendo la creación de
entornos, productos y servicios globalmente accesibles”. En Capacitados, el
documental, que ha sido muy bien “tirado” o, mejor dicho, muy bien dirigido y
editado, tres personas influyentes, entre ellas, Ferran, pasan un día de capacitación
de mano de una persona con capacidades diferentes. Ferran tuvo el reto de trabajar
en su restaurante elBulli, con un par de tapones y audífonos que eliminaban cualquier
sonido. Esta tarea me pareció maravillosa, imagino fue difícil. Así como la película Perfect Sense, Capacitados, el
documental, es una ventana a la realidad que muchos viven. Pocos tenemos
conciencia de lo afortunados que somos de tener nuestros cinco sentidos
intactos. No sé cuál haya sido la experiencia real para Ferran, pero en algún
momento me pareció verle un poco desconcertado y desesperado.
Dicho esto, para mí, Perfect Sense es una buena película. Lleva los elementos básicos de una película apocalíptica, contada un tanto de forma poética, y mostrando a su vez una historia de amor. Es una película que realmente vale la pena ver, les hará ser más flexibles y disfrutar los colores, los aromas, los ruidos, las texturas y los sabores del mundo.
Cocinando con nitrógeno líquido:
Capacitados, el documental (Parte 1 de 3):
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