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domingo, abril 15, 2007

De la Pequeña Lucy

Por Lucy Originales
Alguien me dijo una noche de platicas con tequila “no se trata de escribir algo nuevo, sino de escribirlo diferente” y todo porque se me ocurrió ir un día de fin de semana al cine para toparme con algo que no me hizo muy feliz.
Acostumbro no revisar la cartelera e irme directo a taquilla, pedir un folletito y leer la sinopsis de las películas, particularmente de las etiquetadas como “cine independiente” o “cine de arte” o de “otro enfoque” como le llaman los de la monstruosa Capital del Cine.
Por fortuna, había varias películas dentro de ese género, sin embargo, llamó mi atención una con título Yo Puta (dirigida por Luna de nacionalidad española). La sinopsis me recordó a ciertos personajes en mi novela (no escrita) y, por temor de encontrar en algunas escenas de la película pasajes de mi novela, decidí no entrar a verla. Al marcharme, busqué de emergencia una cita con mi puta amiga psicóloga para comentarle lo sucedido pues afirmé “No volveré a escribir pues ya todo está escrito”, a lo cual mi “flexible” amiga respondió “¿acaso crees que somos las únicas putas en el mundo?”.
Y bueno, después de un rato de trova nocturna y cafeína, olvidé mi estúpido pánico y continué disfrutando a los hombres y la “flexibilidad” que nos ha dado la vida para hacer anotaciones en el futuro sobre mis aventuras.
Tiempo después, limpiando mi biblioteca, el rosa amigo Paulo Cohelo apareció frente a mí con su pasta suavecita color blanco y azul cielo (o lo que me parece un azul cielo), y una rosa en medio, con el título del libro que me aventé en mis maratones literario-camioneros:
Apenada, en un café literario, hablando de nuestras últimas adquisiciones, tuve que aceptar haber comprado “algo” de Paulo Cohelo y platicar de qué trataba ese algo; oportunidad que llegó en el mejor momento pues pude dejar en claro el atractivo del libro: narra la vida de una puta que termina felizmente casada con el héroe (un famoso pintor que hace a la mujer dejar su oficio, no sin antes enseñarle còmo olvidar el placer por el masoquismo, experimentado con otro de sus importantes clientes).
Cohelo nos da un final en su novela estilo hollywoodense que, aunque se aclara en la misma todo estaba planeado, es inútil no recordar películas de género romántico donde el hombre (en la novela), detiene a su amor -con todo y ticket en mano- en el aeropuerto antes de abordar y no la deja regresar a su ciudad natal en América del Sur. Dicha historia regresa a mi mente, torturándome, al escuchar el relato de la “no callejera” Mona de Federico Aubele (compositor argentino), donde la mujer también decide dejar su pueblo para probar suerte en Europa pero ésta, jamás regresa.
Así pues, conforme se terminaban las botellas de alcohol y, unos comentaban que todo sucede en L.A., yo volvía a decir “todo ya está escrito” después de dar los ejemplos arriba mencionados, lo cual no fue suficiente para que mi tío-primo dejara de hacerme ver con palabras muy sutiles -…en este pinche negocio… chaparra-, me apuntaba con su dedo, mientras tragaba unas papitas -no se trata de innovar o escribir algo nuevo, sino el cómo lo escribes. El hombre parecía vocero de mi “ague” pues afirmaba que muchos escritores se han hecho de leer a otros y que yo debía dejar a un lado mi negativa idea de huirle a lo ya dicho, ver Yo Puta y, además, leerme las Memorias de mis putas tristes de García Márquez, dicho libro dio paso a una extenuante conversación sobre el tema de las putas.
De un tinto californiano nos pasamos a un tinto chileno, dejamos correr el tiempo disfrutando del clima en el balcón con una hermosa vista al puerto en San Pedro, California, riéndonos de la nada cuando, cansada del tema, pensé en algún momento, poner fin a nuestras tonterías con una canción de Fernando Delgadillo, la cual habla de un tipo amante de la pornografía; sin embargo, la noche era larga y mi cumpleaños aún no terminaba y preferí seguir escuchando musiquita de los ochenta hablando de otros temas de carácter intelectual. Hubo muchas teorías sobre los motivos para que el negocio más antiguo del mundo siga en boca de todos y/o vivido por unos, experimentado por otros, mismas que en algún momento les haré conocer.
Con mucho respeto pido a los lectores de no me hagan comprar el libro de las Putas de García Márquez ya que si alguien lo tiene, puede prestármelo y tal vez lo lea, también acepto invitaciones a ver la película Yo Puta, aunque prefiero seguir experimentando dicho tema, aclarando que es un acto no lucrativo. Todo sea por amor a la literatura y tal vez pueda entregarles algún día, un libro que hable de las “Historias de mi amiga flexible y yo”. Por lo pronto, les dejo las primeras líneas de una historia que recogí en mis caminatas por las calles de una Ciudad romance.
La gente se hace a la orilla y pared en las calles para que la feliz pareja pueda pasar sin problema, intentan desviar miradas de las arrugas y canas bien marcadas en él, pero sólo logran ver la cara infantil y cuerpo atractivo de ella; con ojos grandes y vista apenada se dan cuanta de la relación de aquellos dos pues sus manos juguetonas de pigmento diferente, van entrelazadas a un costado de sus dueños que ya acostumbrados a la sorpresa de terceros que, sin duda se preguntan “serán padre e hija?”, detienen su andar para entregar al público un beso labio a labio.
Él, seguramente se enfrentaba a palabras con sus hijos adolescentes mientras ella…


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