Me lo comí demasiado rápido, fue como un polvorón que se desvanecía en mi boca. "Dios Santo, pero qué estoy haciendo", pensé un par de veces. Pero seguí comiendo, nunca me detuve hasta que no hubo más. Sólo que entre dos mujeres, siempre hay más.
Ella llegó a la barra del bar pasada la una de la madrugada, "Hola", fue un simple hola, qué iba a saber yo que así de sencillo era todo. Y tanto tiempo que me la pasé ideando el momento perfecto cuando basta un simple -hola-, sin lucir espectacular, sin poses, sin mirada matadora, un simple hola.
"Quién es tu amigo", preguntó y sonreí.
Mi amigo era un hijo de puta que al inicio de nuestra muy llamada amistad decía "lo siento, no quería cogerte, no quiero arrastrarte a mí, pero te necesito, pero no puedo coger contigo porque eres como mi hermana". Y el hijo de puta me había dado cada vez una de las mejores cogidas de mi vida, él lleno de coca y yo con un cigarro Marlboro Rojo en mano, vaya maldita combinación. Podríamos buscar en el arenal si alguno de los dos pertenecía al momento que teníamos con el otro. Creo que no, nunca.
Un día llama el hijo de puta y me dice que tiene colgada a una chica de un librero que dividía su loft, "pero cómo que colgada". "Bueno no está colgada, está atada, como ese señor, ¿lo conoces?, ese wey que está así", no podía verlo, pero imaginaba que se refería al señor de las iglesias. "¿Puedes bajar y encontrarme en el bar?" A ese hijo de puta le valía madre que recién hubiese llegado a casa del trabajo y que poco antes de trabajar despertara de una noche de cogida con un amigo nuevo, pero sonaba mal el hijo de puta y yo qué iba saber, a lo mejor su perra Miau se había muerto otra vez, así que fui. Lo encontré aburriendo a uno de los meseros en la barra.
Me detuve en la entrada y sonreí, lo miré pocos segundos, justo antes de que me reconocieran los meseros y el hijo de puta volteara a verme, tuve suficiente para pensar en cogérmelo esa noche.
En la barra me dijo "qué chingados haces con esos tacones en la calle, ¿calentándome el pito?" y sí, funcionaba muy bien y no sólo con él. Ya había más de uno que me decían lo mismo.
El hijo de puta fumaba, tomé un cigarro de su cajetilla y su encendedor, iba a prenderlo y me lo arrebató "házle honor a esos tacones, sé una dama y déjame encenderte...", se acercó a mí queriendo darme un beso y me quedé tiesa, sentí su respiración en mi boca y bajó por mi espalda, los brazos y llegó a encenderme.
"¡Eit, cabrón!", sonó un golpetazo en la barra y brincamos los dos junto con las otras tres o cuatro almas detrás de la barra. Se congeló todo.
"Respeta, cabrón", dijo muy seria la encargada del bar.
El hijo de puta se disculpó con la bartender y luego me miró "sólo quería encendértelo y veo que no me equivoco...", luego todo siguió su movimiento
"Gracias, pero nadie siente tanto placer por encender un cigarro", miré las bolas del hijo de puta, su pito estaba parado.
La noche pasó con varios tragos a la cuenta de él, mientras "tienes que contarme más de ti, nunca me dices nada, qué te preocupa, qué te interesa, qué amas, ¿amas, acaso?", preguntas dirigidas a mí, hechas por él y esperando ser contestadas por él. "No sé, sólo puedo decir que recientemente me he encontrado en un ataúd, he topado con mi cabeza, con sus cuatro paredes y sus mil plataformas a la felicidad, no tengo idea"
El hijo de puta estaba tocado, nada más sencillo que ver sus ojos llorosos, estaba en el punto del éxtasis y yo estaba ahí para completar su viaje interno, su viaje placentero al más allá de la noche "por qué llegaste tarde a mi vida"
Lo mismo me pregunataron muchas almas en muchos otros lados y "nunca he entendido, pero sé que si te regalo una sonrisa y nos echamos una copa, dejaremos de buscar una solución"
El hijo de puta quedó complacido, se levantó y encargó otro par de cervezas, subió las escaleras y volteó hacia mí en algún momento "voy a jalarme la verga al baño por tu culpa"
Apenas se fue el hijo de puta y las advertencias en el bar no se hicieron esperar, llegaron como una brisa en la espalda, un orgasmo inevitable "estoy bien, Gina... no te preocupes, he pasado cosas peores con este hijo de puta"
Gina se fue "buenas noches"... mientras, seguí fumando y tomando, luego pensé que más me valía que lo de la chica atada fuese verdad, porque de otra forma, si yo llegaba a la cama con él, mi premio sería quedarme atada a su librero, pero si la chica existía, sólo teníamos que darle de comer y coger... y dormir... y marcharnos de allí al medio día.
"Está ocupado este lugar", dijo una chica con acento gringo. "No".
¡NO! por Dios, se sentó al lado de mí y mientras fumaba, con mirada pensativa le eché un ojo a mi vecina, "nada mal, nada mal", luego le eché una mirada más cautelosa a sus detalles enormes y redondos que salían del escote de un vestido veraniego, pensé que me estaba pasando y regresé a los tirantes del traje de baño tatuado en sus hombros.
Me vió y le sonreí. Por Dios, qué rica está, uno de los meseros limpiaba vasos frente a mí, y sólo me miró para confirmar sonriente el pedacito de piel fresca que había llegado al bar y estaba sentada a mi lado. Sonreí y volví a quedarme sería, pero como buen rarámuri seguí avanzando para toparme con un minúsculo doblez del vestido a la altura de su estómago, cruzó las piernas "por Dios, tengo que detenerme", si continuaba, lo próximo que sentiría iba a ser mi verga parada y una tremenda necesidad de pasar mi mano por su blanca pierna cruzada y semi-desnuda.
"Me puedes traer un encendedor", dije al mesero o bartender, rompí el hielo a mis impulsos, quería gritar como un gorila y acostarla en la barra, abrirle las piernas y lamer.
Una vez que dejé mis instintos a un lado con el humo del cigarro, sentí paz y una mirada que dijo acercándose a mí "Hola", volteé al otro lado a ver a qué imbécil saludaba y era a mí, me miraba sin decir nada, medio sonreí y seguí fumando. "Hola", me miró y sonreí "hola"
Nos presentamos, soy fulana y yo fulana "perdón que casi te desnudo con la mirada pero quiero cogerte ya", era mi frase de rescate en caso de una encrucijada.
Salud, fulana, Salud, y sí, vengo acompañada de un amigo, es el "hijo de puta" que va bajando las escaleras.
"¿Te sientes tan segura de mí que puedes coquetear con medio mundo y pensar que me vale un pito?", no sabía de qué jodidos hablaba el hijo de puta, pero le presenté a fulana.
Fulana coqueteó con él y él con ella, yo parecía la botella de vino tinto sobre la mesa y las copas chocaban frente a mí.
"Es mía", dijo el hijo de puta, pero fulana tenía otro plan.
Uno de los bartender o mesero llevó a fulana el platillo que había pedido: Spaghetti Bolognesa. Lo comió saboreando cada bocado, como si fuera el último o el primero después de ramadán. La miré comer e hijo de puta la veía sobre mi perfil, luego nos mirábamos él y yo, acechando, esperando a que uno atacara primero y se quedara con el banquete, pero irónicamente, entre dos camaradas, las reglas son las mismas: será el que ella elija y basándonos en eso:
"Entonces ¿él es tu amigo o tu novio?", mas no hay forma de contestar a tal pregunta bajo esas condiciones, "¿qué era en ese momento hijo de puta para mí?" Mi amigo, un amigo que me ve como su hermana y comete incesto, un amante finalmente, ¿quién es el amante?
"Es sólo un buen amigo", con énfasis en buen... "por qué fulana hija de puta, ¿acaso te gusta?"
"Me gustas tú y te quiero a ti"
Se me paró, tuve que levantarme de allí diciendo "espérame un segundo", jalé a hijo de puta hacia las escaleras y "las reglas son las misma, ¿no?, aunque tú y yo seamos cogida uno del otro"
Hijo de puta me besó "nada cambia" y quiso alejarse pero lo detuve "entonces préstame tus llaves"
"¡Qué!... hija de puta, de perdido invítame", pero no lo hice. "Entonces, todavía de que me la estás bajando, ¿me pides las llaves de mi apartamento para irte a coger con esta vieja?"
"Sí, yo haría lo mismo por ti".
Me dió las llaves y se despidió con un beso, caminó hacia fulana y como todo un caballero se despidió de ella con un saludo de mano "mucho gusto,pero me tengo que ir, por favor... mi casa es tu casa"
Fulana y yo nos fuimos poco después al departamento de hijo de puta, la chica atada al librero no existía.
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