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martes, julio 11, 2006

Ulises

Uli cubría su desnudez con la tanga y el perfume de mujeres eternas por una noche. Posó para el cuarteto de mis ojos, la pared le sostenía; de la puerta del baño abierta se dejaba la luz al bulto entre sus piernas. Observé su delgada figura, su cadera diminuta; la sensualidad bisexual jugaba con mi mente, me hizo extrañar los senos y pezones, la carnosidad “brincolina” de los pechos; quería circular la lengua en su punta. Comencé a exigir un poco más, sólo había recreado la parte trasera, pedí se volteara contra la pared doblando la espalda, busqué la flexibilidad en su perfil, confirmé la existencia de las nalgas que resaltaban por el hilo acariciando su ano.
-Voltéate y jálatela- dije en la cama.
Uli sacó con ambas manos, como si lo ameritara, la verga adormecida al tiempo que ondulaba el cuerpo. El pincelazo de su expresión hablaba muy bien de excitación sin haber logrado levantarse, caminó hacia la cama dando pasos de gacela, se acostó delicadamente a mi lado y colocó un beso de Macorina en mi boca.
-Cógeme- dijo Uli sin despegar sus labios de los míos, soltó una mordida –contigo no hay pedo. Hazlo y que nada te detenga-, y así empecé.
No me faltaría la verga para cogérmelo, aventé la cobija que le cubría de la cadera a los pies, cerró los ojos. Mi palma tomó los montes bajos, saqué el hilo que les dividían, mordí, besé y lamí aquellos lugares, toda mi mano alcanzaba a cubrir gran parte del culo, la dejé ahí.
La espalda se desesperó, se inquietó, respondieron mi lengua y mis uñas; el cuello habló, la boca me atrapó. Los dedos apuntaban hacia abajo, corrían las gotas de sudor; levanté mi mano dejándola a la gravedad que se encargó de hacerla caer con fuerza, quedó una huella pintoresca, sacudí su nalga. Lo monté, descansé mis labios en la parte baja, recorrí su perímetro varias veces, viboreaba el eje y ahí, me traicionó la cabeza: él, un hombre y yo, deseaba a una mujer, suspiré y me hice a un lado. El hombre me trepó bruscamente, se sacó la verga con una mano, la puso en mi boca, el juego comenzó y la desesperación llegó a nosotros… no podía cogerme.
-Pinche putita- dijo al oído mientras me abrazaba.
Uli se quedó esperando la caída de mis ojos, luego, abandonó su departamento para seguir con la fiesta que traía en la cabeza.
"Seamos flexibles, todos tenemos esa capacidad,
mas no todos la desarrollamos."
Lucy Originales