De guión, producción y video clubs
Por: Lucy Originales
Puede habernos pasado más de una
vez. Podría decirse que la mayoría de las ocasiones, así sucede: escogemos una
película de acuerdo a nuestro estado de ánimo. Recuerdo los video clubs los
viernes por la noche, o los sábados por la tarde, estaban llenos de gente
rentando películas. Fácil era saber, ahora lo pienso, qué tipo de películas
rentaba cada persona.
Hoy en día es muy distinto, sobre
todo a la hora de rentar películas que son un poco más comerciales. Hay muchas
plataformas y muchos dispositivos con los cuales y sobre las cuales podemos
acceder a esas películas, entonces, no tenemos que trasladarnos hasta un video
club para rentar una película. Se ha perdido y se ha ganado. Se ha perdido el romanticismo
de ir a rentar películas, se ha ganado más espacio para que cinéfilos pasen,
tranquilamente, más tiempo en los video clubs. (Dibujo una sonrisa aquí.) Falta el cortejo, el fisgoneo a través de los estantes a las personas rentando
películas. Pienso que muchos tenemos recuerdos
de la infancia similares. Recuerdo haber ido con mi padre y con mi hermano más
de una vez, ya vestida en mis pijamas, a rentar una película. Al entrar, cada
quien se iba a la sección de su preferencia. Mi hermano y yo decidíamos por las
películas de acción, nuestro padre por la sección que ahora se titula Cine de
Arte. No sé cómo sea ahora este proceso de rentar películas para los padres con
sus hijos, ¿será acaso que se sientan
frente al monitor para buscar películas? Imagino al hijo sentado sobre la
pierna del padre, con una iluminación linda entrando por la ventana y ambos
dando clic y clic a las opciones de renta. No sé, en realidad, cómo sea esto.
Pero cualquier forma que pueda imaginar, me parece menos atractiva. Esto de
padre e hijo rentando películas en un
video club es un fenómeno que se ve poco, incluso, las personas que nos topamos,
somos las mismas, y es muy curioso ver
que la sección asediada es la de los video juegos. Puede entenderse por qué está
brotando el apoyo para la animación en nuestro país. Lo cual es bueno.
Hay que aceptar los cambios, sí. Muchos
aceptamos el cambio de Beta a VHS, luego a DVD y ahora a Blu-ray. Los
fotógrafos y cinematógrafos aceptaron la era digital. Así pues, conviene también
aceptar la facilidad que hay en estos tiempos para hacer películas o
cortometrajes con producción prácticamente mínima y de buena calidad. Parece
que vivimos en tiempos de en sueño para varios realizadores y creativos, existe
un campo de concentración de ideas y apertura para desarrollar dichas ideas. Todo lo debemos a la tecnología. Maravillosa.
Pero habría que señalar que la tecnología nos permite hacer, pero no puede
tejer la historia, sí puede influenciar la manera en que se cuenta. Hacer una
película implica más de un par de cosas. Todo puede sonar muy bonito a la hora
de pensar en hacer, pero en la práctica veremos que implica bastante y no
importa cuánta producción haya, los garrotazos para los primerizos siempre
llegarán, la poca experiencia en algunas áreas técnicas llevará a los
realizadores a esconderse tras la butaca a la hora del estreno de su Ópera
Prima, pero esto es parte del proceso de aprendizaje y es hermoso. Tropezar y
mejorar. Esto no es problema. Lo que sí
me parece problema es el hecho de que gracias a la tecnología un par de puntos muy
importantes que hacen que un producto funcione, se están “quedando” (y así
entre comillas porque no es que dejen de existir, más delante aclaramos) fuera
del juego: la producción y el guión.
Hagamos un paréntesis para desempolvar la definición de “guión” (-) cinematográfico. En mis torpes palabras, dícese de aquella historia escrita en lenguaje cinematográfico que servirá de guía a la hora de realizar un producto audiovisual, es un texto con descripción de escenas y personajes que leerá el equipo de producción. El guión es la historia escrita que se va a ver en pantalla y comienza por una idea. Hagamos otro paréntesis para hablar rápido sobre la idea. Hasta la fecha no se sabe muy bien de dónde viene la idea, o qué es lo que la provoca. Se dice que es un escupitajo y se sabe que brota cuando menos se espera; según afirmaciones de algunos escritores, guionistas, artistas, etc., han tenido, recibido, vomitado, expulsado sus mejores ideas en el baño, ya sea (espero no lo imaginen) en la taza del baño o en la ducha. Pero algo así, específicamente, un lugar per se, de donde provenga la idea, no se conoce. Estos chispazos repentinos llamados “idea” son los que ponen en marcha todo, sin la idea, de la cual se afirma también que, el día que chispa, no es necesariamente el día que se le ha concebido, es decir, es un proceso que se ha llevado en la mente semanas o meses. Así pues, sin ella y sin el guión, ninguna de esas películas que nos han dejado más de una sonrisa en nuestro rostro (ya sea por haberlas rentado en aquellos espacios de culto o porque hayamos ido a verlas al cine), existirían. La idea la puede tener cualquier persona. En cine, por lo general, le brota al guionista, al director o al productor. Es intenso pensar en el proceso que lleva hacer una película. El guionista significa dar vida a una historia, el productor hace que esa historia se lleve a cabo. El director, lo sabemos bien, orquesta la historia. Pero es el productor quien debe seleccionar los ingredientes perfectos para la cocción de la película. El director, en ocasiones, escoge a su director de fotografía, y así se va la cadena. Quién apunta primero, no está bien definido. Un mundo feliz señala que hay un productor que busca a un guionista y, al tener el guión, se busca al director.
Dicho esto, dejamos atrás el paréntesis. Podemos afirmar que, gracias a la tecnología, en muchas
partes del mundo se están desarrollando productos audiovisuales en este mismo momento:
cortometrajes, largometrajes, documentales, series, etc. La mayoría de estos
productos tienen un propósito: ser vistos. Casi siempre, en pre-producción, se
piensa en el espectador, se piensa en la audiencia y en que el producto
audiovisual sea visto por el mayor número de personas posible. Esto no es muy
distinto de lo que se busca al termino de un libro, el proceso puede continuar
hasta que hay un lector y hasta que ese lector termina de leer la historia y
luego se habla de un viaje paralelo que prosigue a toda esa experiencia.
Existiendo tanta tecnología, concurren
también diversas opciones para mostrar esos productos audiovisuales que cuentan
historias. Volvemos al “todo suena muy lindo”. Vivimos en lo que pareciera ser
la ebullición de una época de oro en la que se desarrollan infinidad proyectos y
por ello hay un sinfín de cineastas y festivales. Regresemos a esos dos pequeños
detalles, puntos negros en el abismo, pues. Afirmamos que hay un número interesante
de productos audiovisuales, principalmente, porque hay jóvenes directores con considerables
ganas de hacer cosas, por lo tanto, hacen. ¿Y qué hacen estos jóvenes directores? Desarrollan
la idea, escriben el guión, producen, se encargan de la dirección de
fotografía, contratan a un par de amigos para que carguen un micrófono y a
otros para que haya algo de iluminación, otro par de camaradas para que actúen
e, incluso, ellos mismos llegan a actuar. A este proceso se le llama “tener
ganas de hacer las cosas y no tener otra forma de hacerlas”.
¿Cuál sería otra forma de
hacerlas? Esa otra forma de hacerlas sería que floreciera un apoyo real a la
industria cinematográfica en nuestro país. Quitar un poco los protocolos viejos
y hacer que, efectivamente, haya industria. Debemos parar ese robo. ¿Por qué o
para qué el apoyo? Si no hay entrada a salas comerciales de cine mexicano, por
supuesto que no habrá ingresos y la industria seguirá escaza. ¿Escaza?, si no
estamos diciendo que ¿se hacen más cosas? En efecto, hay más de todo, pero no
por ello tiene los mejores contenidos. Hemos hablado ya de que se necesitan más
de un par de manos para el desarrollo de una película, si se lograra más apoyo,
tendríamos más gente especializada para cada una de las tareas. Es decir, en un
mundo maravilloso en el que se desarrollará una película habrá un productor con
experiencia, un guionista, un director, un cinematógrafo o director de
fotografía, proceso de casting, por lo tanto, actores, maquillistas, etc. Y
habrá un montón de gente detrás queriendo entrar en este arte de hacer
películas, simple y sencillamente porque es rentable. Sí es loable la tarea, hablando
de que en estos tiempos se debe hacer con lo que se tiene… pero por qué no ser
honestos y decir que, muchas veces, se tiene, pero muy mal repartido. Le toca
al nuevo gobierno del presidente (legítimo), Enrique Peña Nieto, retirarse de la comodidad. Deberá
demostrar esos apoyos, deberá demostrar apertura de contenido. Pensar que
gracias a la tecnología se puede hacer más, nos hace caer en un error. Nos toca a todos hacer un par de
cosas respecto a esto, nos toca apoyar el cine mexicano. La tarea más
importante está en los creadores que deben gritar y exigir los derechos que tiene
o debe tener la industria cinematográfica en México, debemos exigir y procurar
productos de calidad; les toca a los productores seguir la búsqueda en función
de llevar a cabo buenas historias; a los guionistas no tirar el sombrero; y a
los directores repartir el trabajo. En la medida que conozcamos dónde tenemos
el corazón, no perderemos el camino. Nos falta entender o recordar que hacer
una película es trabajo de varios y que el guionista y el productor son más que
necesarios, por eso aquello, líneas arriba, de “fuera del juego”. NO pueden quedarse fuera del juego. Es curioso ver
que muchos de los productos que se hacen en nuestros tiempos de grandes
tecnologías tienen su parte técnica muy bien pulida, pero quedan faltos de
buenas historias. Es decir, pocos son los directores que, efectivamente,
trabajan con guionistas. Mucho tiene que ver que NO hay tantos guionistas como
quisiéramos, porque no es algo de lo que se pueda vivir y esto no es sólo en
México.
Mi invitación es, pues, a no
olvidar un par de cosas: 1) ir a los cine clubs con sus hijos; 2) que el
guionista y el productor no existen sólo como una definición, que no pueden ser
reemplazados por el mismo director, ya que cada uno ha de saber cómo hacer, de
la mejor manera, su trabajo, y embonar con el otro. Por último, recordemos aquél
dicho famoso: “el gusto se rompe en géneros”, pero en cine, todo género lleva
una historia, por lo tanto, lleva un guionista, y habrá un productor
encargándose de conseguir las herramientas necesarias para que se lleve a cabo.
De lo bueno, poco.
Feliz cinefilia.
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