(Observados)
Por Lucy Originales
El niño y la madre caminan por la plaza sobre el pavimento. Son por ahí de las ocho de la noche, aun hay luz. El niño camina solo, de pronto se detiene en la parte donde termina el pavimento, pero lo hace de tal forma que parece pensar si debe dar los siguientes pasos él solo para bajar el escalón o si debe pedir ayuda. Al instante en que el niño se detiene, escucho gritar a la madre “No”. El niño ya no había avanzado, ya había pensado no bajar, él solo. La madre corre y llega un tanto acelerada a donde está el niño e instantáneamente lo toma de la mano, éste, como adelantándose a los pensamientos de su madre, había extendido el brazo, al momento de que la madre le toma de la mano, lo jala para seguir caminando por el pavimento.
El niño no se mueve, se queda ahí, la madre lo jala y el niño llora; caminan otros centímetros y el llanto del niño no cesa, forcejean, al final la madre lo suelta. Como por inercia el niño regresa al lugar donde estaba hasta que llegó la madre y lo jaló, sí, justo ahí, en ese lugar donde se quedó pensando si bajaba el escalón o no, si lo hacía solo o no. El niño vuelve a estirar la mano para que su madre la tome y esta vuelve a gritar desesperada “No…”, pero ahora agrega unas palabras interesantes “No, por ahí no”.
Por ahí no. Interesante frase. “No, por ahí no. Ahí hay tierra, bájate tú solo y te vas a ensuciar”.
El niño se queda esperando a que la madre lo tome de la mano, ésta no se mueve, luego de un rato, lo hace, se acerca a él, lo toma de la mano y vuelve a jalarlo.
El niño vuelve a llorar.
Vaya escena, la naturaleza es fascinante.
El aprendizaje o experiencia que llegan a tener los adultos y la fase filosófica de raciocinio aventurero, a manera de moneda al aire de los infantes, lo son aun más.
Parece sencillo pero sólo viéndolo por fuera podemos percatarnos de estas situaciones, aunque no quiere decir que lleguemos a entenderlas, es un estudio inconsciente por el método de observación. Pero falta hacernos esta pregunta ¿qué nos dice la imagen?
El niño parece saber muy bien lo que quiere, mientras el padre supone qué es lo que quiere el niño; el padre piensa que el niño quiere caminar por la tierra sólo porque no sabe que es más fácil caminar por el pavimento, además de seguro, claro.
Lo que el padre quizá desconoce (y yo supongo) es que el niño posiblemente se ha dado cuenta de que caminar por el pavimento es más sencillo, pero un objeto (que logró ver desde su altura y vista más aguzada que la del adulto) a lo lejos le ha llamado la atención y quiere alcanzarlo, pero el niño necesita la ayuda de su madre para bajar el escalón, para dar ese paso.
Seguramente una vez dado ese paso, el niño tratará de soltarse de la mano de su madre para seguir su camino, de toparse con otro obstáculo igual quizá intente hacerlo solo, experimentará hasta lograr resolver el problema, seguirá caminando y si se topa con algo más abstracto, volverá a pedir la mano de la madre para continuar.
Parece que la naturaleza guía, sólo es cuestión de detenerse por un momento en lo cotidiano para ver el cuadro en frente.
Por Lucy Originales
El niño y la madre caminan por la plaza sobre el pavimento. Son por ahí de las ocho de la noche, aun hay luz. El niño camina solo, de pronto se detiene en la parte donde termina el pavimento, pero lo hace de tal forma que parece pensar si debe dar los siguientes pasos él solo para bajar el escalón o si debe pedir ayuda. Al instante en que el niño se detiene, escucho gritar a la madre “No”. El niño ya no había avanzado, ya había pensado no bajar, él solo. La madre corre y llega un tanto acelerada a donde está el niño e instantáneamente lo toma de la mano, éste, como adelantándose a los pensamientos de su madre, había extendido el brazo, al momento de que la madre le toma de la mano, lo jala para seguir caminando por el pavimento.
El niño no se mueve, se queda ahí, la madre lo jala y el niño llora; caminan otros centímetros y el llanto del niño no cesa, forcejean, al final la madre lo suelta. Como por inercia el niño regresa al lugar donde estaba hasta que llegó la madre y lo jaló, sí, justo ahí, en ese lugar donde se quedó pensando si bajaba el escalón o no, si lo hacía solo o no. El niño vuelve a estirar la mano para que su madre la tome y esta vuelve a gritar desesperada “No…”, pero ahora agrega unas palabras interesantes “No, por ahí no”.
Por ahí no. Interesante frase. “No, por ahí no. Ahí hay tierra, bájate tú solo y te vas a ensuciar”.
El niño se queda esperando a que la madre lo tome de la mano, ésta no se mueve, luego de un rato, lo hace, se acerca a él, lo toma de la mano y vuelve a jalarlo.
El niño vuelve a llorar.
Vaya escena, la naturaleza es fascinante.
El aprendizaje o experiencia que llegan a tener los adultos y la fase filosófica de raciocinio aventurero, a manera de moneda al aire de los infantes, lo son aun más.
Parece sencillo pero sólo viéndolo por fuera podemos percatarnos de estas situaciones, aunque no quiere decir que lleguemos a entenderlas, es un estudio inconsciente por el método de observación. Pero falta hacernos esta pregunta ¿qué nos dice la imagen?
El niño parece saber muy bien lo que quiere, mientras el padre supone qué es lo que quiere el niño; el padre piensa que el niño quiere caminar por la tierra sólo porque no sabe que es más fácil caminar por el pavimento, además de seguro, claro.
Lo que el padre quizá desconoce (y yo supongo) es que el niño posiblemente se ha dado cuenta de que caminar por el pavimento es más sencillo, pero un objeto (que logró ver desde su altura y vista más aguzada que la del adulto) a lo lejos le ha llamado la atención y quiere alcanzarlo, pero el niño necesita la ayuda de su madre para bajar el escalón, para dar ese paso.
Seguramente una vez dado ese paso, el niño tratará de soltarse de la mano de su madre para seguir su camino, de toparse con otro obstáculo igual quizá intente hacerlo solo, experimentará hasta lograr resolver el problema, seguirá caminando y si se topa con algo más abstracto, volverá a pedir la mano de la madre para continuar.
Parece que la naturaleza guía, sólo es cuestión de detenerse por un momento en lo cotidiano para ver el cuadro en frente.
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